Dejemos por un momento a un lado las relaciones perfectas que nos venden en las películas de Hollywood. Hoy vamos a una realidad, las verdaderas relaciones amorosas, esas donde no siempre es de color rosa y destellos. No todo es perfecto siempre, pero se va construyendo algo donde los dos van por el mismo camino.
Muchas veces nos aferramos o dependemos emocionalmente de alguien, esperamos que nos salven de cualquier situación, de una vez te voy a decir que desgraciadamente así no es. Para que tu estés bien con alguien debes estar bien contigo misma/o. Amarte, ser paciente, honesto… etc.
Ahora sabiendo que para poder pensar o estar abiertos a tener una relación amorosa el primer paso es el amor propio, podemos seguir.
Tampoco esperes encontrar al ser perfecto, el que tenga las mismas ideas que tú, el que te diga “si” a todo o te de la razón. Deben de ir en el mismo camino, si quieren construir algo juntos, pero cada uno es individuo. Si se comienzan a olvidar de uno mismo, puede llegar a afectar la vida de cada quien.
Una relación sana tiene discusiones con finales felices, tiene conjeturas, dudas que se convierten en algo pasajero pues al final debemos darnos cuenta que estamos con la persona correcta, debe tener también a dos personas que discutan las afirmaciones al otro, ideas e imaginación de ambas partes y mucha pero mucha afinidad combinada con complicidad.
Y lo más importante es el respeto; mi abuelita me decía que el enamoramiento se termina en algún momento, pero el respeto al amor consciente, a tu pareja, debe perdurar siempre. Cuando este se pierde créeme que esa relación ya sana. En eso se basa, respeto de ambos lados, un respeto libre de miedo y terror, cultivado con mucha pero mucha comunicación. De eso se trata, no hay nada perfecto pero si, sano.